Cris Díaz Rguez

Nace en Ciudad Real (España). Sin sentir vocación, combina sus estudios de bachillerato con diversos trabajos. En uno de sus centros educativos gana un concurso literario, adentrándose así en la escritura, que siempre había usado para expresar emociones con tono bohemio.


Amante de los libros y de mente artística, su pereza a veces le impide leer tanto como quisiera. En la escuela de adultos obtiene el segundo puesto en un certamen navideño y, pese a ser novel y autodidacta, continúa presentando escritos a concursos.

En 2021 colabora en el libro En cuentos con Rosa; historia de dos personajes. Chocolate —con prólogo de Rosa Montero— con su relato Las cerillas de la vida. Ese pequeño logro la impulsa a formarse en escritura creativa.


Mientras estudia Mediación Comunicativa, envía un poema a concurso de esta editorial, que resulta seleccionado. Más tarde, participa en la antología En el andén de la memoria con su escrito Diviajar.


Define su escritura como sencilla y llena de colores; cargada de dualidad, risas y llanto; galletas y crisantemos.

En la niñez se intentaban inculcar ciertos «valores» sociales, algunos conceptos eran: solidaridad, paz, compañerismo, antirracismo, después sostenibilidad… En fin, ciertos principios que cuando creces la luz que ves es del vacío de estos. Se conoce a Hipocresía, a Envidia, a Competición, a Ego, a Odio y a Miedo, y estos últimos siempre a lo diferente en oposición a lo que estamos habituados; corrosión sobre los seres que quieren dejarse llevar por sus emociones naturales. Menos mal que, supuestamente, el ser humano se adapta al entorno.


El mundo representa el óxido donde prima el poder de lo material en la escala evolutiva y no debería ser el más fuerte; débiles son quienes ansían y calman su sed despreciando desde arriba: evidencia de su eterna infelicidad.


Intentando entender el entorno desde lo más básico, las emociones primarias, se crearán conexiones a través de varias corrientes artísticas, porque sin ARTE el ser humano es incapaz de encontrarse a sí mismo y comprender su hueco en una tierra, que seguirá cuando no estemos.


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